décembre 06, 2018

190 ¿estoy?

Esta es una carta a las familias felices, que nunca miraron abajo de la mesa.
Esta es una carta a las familias, que arraigaron lazos a la fuera, a los golpes.
Esta es una carta a las madres, que compraron crema para las celulitis para sus hijas de doce años.
Esta es una carta a los padres, que tiraron agua hirviendo sin saber a quién podrían quemar.
Esta es una carta a las hijas, que vomitaron a escondidas,
Esta es una carta a los hijos, a los que no les quedó otra que jugar con su camión de juguete.
Esta es una carta a los abuelos, que tomaron parte.
Esta es una carta a mí, que rompí, que juegué. Que ayuné, sobre un pedestal. Que vomité, sobre mi cara. Que caminé,  a escondidas, con restos de fideos entre los pies, que salté, arriba, arriba, de un colchón de resortes desgastados.
Es una carta a mí, que creí que sobre los escombros podía construir algo.
Es una carta a la que escribo, sobre veintiún ideas perdidas, a los que cumplieron sus promesas. Abajo del videt, mirando con la mirada perdida sobre algún adoquín mojado.
A los que me miraron con mirada cómplice, a los que cumplieron.
Y cumplieron.
Arriba mío.
Con estupor.
Cumplieron su promesa.
Mientras mi cuerpo semi-muerto les responde.
Que no me escupa,
que no escupa hacia arriba.
Que no me escupa,
que mi vómito me va a ahogar.

Esta es una carta a los que pidieron ayuda,
y nunca fueron escuchados.
Esta es una carta a nuestros cuerpos inertes, esperando una muerte prometedora,
esperando, esperando,
porque de eso se trata la vida
¿de esperar?

Esta es una carta a mi amiga,
que esperó a que su familia se vaya
para vomitarte.

Es una carta a vos,
que leíste sin pesar,
porque nadie te va a juzgar.

Nadie juzga a los sanos.

Pero con los dedos húmedos sobre el inodoro,
con esa babita que se despega con solemnidad,
como un amistoso recordatorio,
de que,
de que,
estamos para morirnos,
con esa babita entre los dedos,
y las rodillas sobre piso frío,
la cabeza a medio tomar,
entre el cepillo que no ayudó,
y tu familia esperando afuera del baño,
con tu babita sobre los dedos.

Ojalá no te mueras.

Ojalá no te juzguen.

Esta es una carta para mí:
que morí, ahí arriba,
para mí:
que morí,
que romanticé la muerte.

Para mí:
que ojalá entienda,
que morir es bonito,
que estar semi-descuartizada sobre mis huesos
que estar a la deriva de mis pulmones,
que estar,
¿estoy?

Y estuve.

La carta no es para mi.

No es para nadie.

Ojalá,
arriba mío,
entiendas
sobre un montón de pieles amontonadas
que
me caigo
arriba
abajo
me caigo
que
ojalá
me entiendas.

Ojalá me entiendas.
Ojalá nadie me escriba.